Cosas de viajar en tren: ensayo fotográfico sobre la vuelta a casa, una vez más
- Pablo Felipe
- May 30
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Por: Pablo Felipe

Esta semana he vuelto a casa de mis padres por cuarta vez este año. Cinco horas de ida y otras tantas de vuelta. Reencuentros, unos planificados y otros desafortunados. Las prisas, los caminos que me sé de memoria y los recuerdos asomando en cada esquina. Y el desasosiego del último día del viaje.

Es únicamente cuando estoy a bordo del tren de vuelta que soy consciente de todo. Una y otra vez, el regreso a mi realidad: parcialmente escogida, pero a la que me agarro como un clavo ardiendo.
Hoy, como tantos domingos tristes, subo a este tren y miro por la ventana en busca del matiz. Esa casita, rebaño de vacas o cordillera iluminada por los últimos rayos de luz me hacen sentir que todo esto tiene sentido. Que sirve para algo, que estoy haciendo lo correcto. Que la casa a la que estoy volviendo es en realidad mi hogar, que no está siendo todo en balde.

El chico que tengo al lado se ha levantado al baño y me pide perdón por las molestias, ya que me tengo que apartar para dejarle el paso. Al rato vuelve y se disculpa una vez más. Pasan unos minutos y una chica se asoma por la puerta del vagón y se queda mirando a mi compañero de viaje. Entre risas le comenta que se ha librado un asiento a su lado, y que a ver si quiere irse con ella. El chico, aparentemente molesto por tener que pasar otras cinco horas junto a su novia, se despide de mí y del reducto de paz que era su asiento. Según se van alejando por el pasillo, la tercera mujer en la mesa del vagón me lanza una mirada cómplice, consciente de todo. Cosas de viajar en tren, dice. Le devuelvo el gesto con un asentimiento y vuelvo a echar mi vista al ventanal. Esta vez, la luz del atardecer baña el vallé eólico de Castilla.

A veces pienso en el fin. El mío, el de todos. Aunque el pensamiento se me queda grande, no puedo evitar pensar lo triste que sería no volver a observar este paisaje. Al rato, mi compañera de mesa baja la cortina de la ventana.

La importancia de la repetición la tienen bien clara Conchi y Fermi, del dúo pop Tronco. En El papel, elevan escenarios de su rutina del día a día a través de una libreta, transformando la espera en relato, y los días iguales en algo digno de ser contado. ¿Qué existe más delicado, más íntimo, que estos días muertos, la luz que se cuela entre los grises de lunes a viernes? Los días de espera, hasta que la chica de la historia vuelve a ver a su pareja, se convierten en un protagonista más de su relación, registrados con detalle en un papel siempre a mano, siempre en su bolsillo.
A veces, lo único que nos sostiene es eso: anotar lo que se repite, para que no se nos olvide por qué seguimos volviendo.

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